Todo empezó con un trabajo de clase de física y química.
Era por grupos y eso no me gustaba mucho porque siempre me tocaban con los vagos que no hacían nada, pero esta vez me tocó con mi amigo Carlos. Un chico con el pelo corto y negro, ojos castaños, nariz roma, labios un poco gruesos y rojos y un cuerpo atlético y bronceado ya que le gustaba cuidarse. Es simpático y risueño pero muy rebelde y con nuestra creciente cantidad de hormonas, estábamos todo el día hablando de cosas guarras. Por aquella época los dos éramos muy buenos amigos así que nos encantó la idea de trabajar juntos. Cuando se acabó la clase, nos juntamos para hablar y concretar el día para quedar y hacer el trabajo. Carlos se acercó y me dijo:
-Pues si no tienes nada que hacer, vente este jueves cuando salgamos de clase, que no hay nadie en mi casa.- Me dijo con una sonrisa en la cara. Esa idea me gustó así que acepté. Siempre intentábamos quedar cuando no había nadie en casa para así poder hacernos pajas, pero lo que iba a pasar aquel día no estaba en los planes de ninguno de nosotros dos.
Llegó el jueves por la tarde y salimos de clase juntos, caminando hacía su casa.
-Bueno, primero comemos algo y después ya decidiremos qué hacer.- Dijo Carlos mientras abría la puerta del bloque de pisos donde vivía. Subimos en el ascensor, donde me di cuenta de que Carlos estaba muy bueno: nunca lo había observado tan de cerca y tan pausadamente, lo que me hizo contemplar su cuerpo atlético y tonificado por sus frecuentes visitas al gimnasio. Abrió la puerta del ascensor y metió la llave en la puerta de su piso. Entramos y dejamos todas las cosas de clase en su habitación.
-Oye tío, me voy a quitar la camiseta que hace bastante calor.- Dije mientras me quitaba la camiseta y la dejaba encima de su cama.
-Buff yo también, así estaremos mejor… para después.- Dijo Carlos con una sonrisa. Se quitó la camiseta dejándome ver su delicia de cuerpo: una piel suave y bronceada que marcaba sus abdominales de infarto, unos pectorales decorados con unos pezones pequeños y oscuros y unos brazos fuertes y con las axilas depiladas, como todo su cuerpo ya que como he dicho, le preocupaba mucho su imagen. Eso me dejó hipnotizado.
Me acompañó a la cocina mientras observaba su firme culo ir y venir a través de sus holgados pantalones de deporte. Cuando llegamos a la cocina, le dije que en realidad no tenía mucha hambre, así que no iba a comer nada. El tampoco cogió nada así que fuimos otra vez a su habitación, sin dejar de mirarle ese culito que me estaba volviendo loco.
-Bueno, deja que mire el correo antes de empezar a trabajar, ¿vale?- Me dijo Carlos mientras se sentaba frente su escritorio y encendía el ordenador.
Pasaron unos minutos en silencio mientras Carlos abría y cerraba pestañas del ordenador. No podía parar de pensar en el cuerpo de mi amigo y en las mil y una cerdadas que le haría si fuese mío. Me empecé a calentar pensando en eso, así que le dije:
-Oye tío, ¿cuándo vamos a pajearnos?, porque hace ya un par de días que no me hago una paja y voy a estallar.- Dije sonriendo mientras me tocaba el paquete, que empezaba a abultarse por lo que estaba pensando.
-Pues si tú quieres, ahora mismo. Yo también hace unos días que no me pajeo. Me estaba reservando para hoy. – Dejó caer Carlos, sonriente, mientras ponía la página porno que frecuentábamos cada vez que estábamos juntos. En la página principal salían todas las categorías, incluso la de “porno gay”. Lo que vino a continuación nunca me lo hubiese esperado de Carlos, siendo él uno de los amigos más hetero que tenía. Puede que por eso me excitase tanto al mezclarlo con mis fantasías gays.
- Oye, ¿tú has visto alguna vez un vídeo porno gay?- Me preguntó tímidamente, mientras giraba la silla para mirarme fijamente.
No sabía que contestar. Hacía relativamente poco el mundo homosexual era un completo extraño para mí. Pero si lo preguntaba era por algo, seguramente porque él también había sentido curiosidad. Así que decidí seguirle el juego y decirle:
-Pues sí, para ver cómo era. ¿Y tú?
-Yo también, el otro día le di sin querer a uno. Y dios, como se la metían por el culo.- Dijo Carlos, con una expresión que no podía distinguir si era de fascinación o de repulsión.
-Ja ja, claro. ¿Por dónde se la van a meter sino?- Dije un poco cortado, para evitar que se notase que había investigado un poco más allá de la curiosidad. -¿Vemos otro a ver qué tal?- Pregunté. No creo que Carlos hubiese empezado a hablar ese tema sin más, y quería ver hasta donde podíamos llegar.
-Vale venga, pero que conste que lo pongo porque tú lo has dicho.- Dijo sonriendo tímidamente mientras hacía clic sobre la miniatura de un vídeo gay. Era un vídeo que empezaba con dos “twinks” en una habitación, se empezaban a besar y, bueno, ya sabemos cómo sigue.
Los dos nos quedamos viendo el vídeo, como hipnotizados, ahí me di cuenta que Carlos estaba bastante interesado en el vídeo. Miré a sus pantalones, y para mi sorpresa, había un bulto bastante considerable e imposible de esconder. ¿Podía ser que a Carlos le interesasen los chicos? Eso encendió una lucecita en mí que me impulsó a seguir hasta el final, cada vez más convencido de que no había sacado ese tema al azar. Aun que si empezaba, no había vuelta atrás, pero seguí adelante:
-Veo que te gusta, ¿eh?- Dije sonriendo, sin dejar de mirar a su paquete, para que se viera a lo que me estaba refiriendo.
-Ehh… no… no te creas eh… - Musitó. Lo había pillado, no podía ocultar que le gustaba. Para seguirle el juego le dije.
-Vale, pues vamos a quitarnos los pantalones.-Le dije desafiante, con media sonrisa haciéndole saber que no tenía escapatoria. Yo también estaba empalmado, pero no creo que se fuese a dar cuenta. Carlos me miró nervioso, y después de unos segundos sin saber qué hacer, suspiró y se bajó los pantalones y calzoncillos dejándome ver su polla, más erecta que nunca, con su glande rojo y puntiagudo empezando a echar pre semen. Su polla, como el resto de su cuerpo, también era perfecta: era recta, de unos 17 cm, circuncidada. Sus bolas estaban bien apretadas, y todo recubierto por un escaso vello claro y rizado.
-¿Con que no pasaba nada eh?- Dije con una sonrisa de satisfacción. Por su expresión, esto debía ser muy incómodo y vergonzoso para él, pero yo me lo estaba pasando muy bien.
Carlos se quedó mudo hasta que cogió valor y dijo:
-Oye, esto… no se lo puedes contar a nadie, ¿vale? Es que… hace un tiempo que me picó la curiosidad y… - Se calló y bajó la cabeza. No podía seguir, pero tampoco hacía falta. Sabía que esto era muy duro para él, así que le acaricié el hombro suavemente para darle ánimos.
-Tranquilo, no pasa nada. Tu secreto está a salvo conmigo. La verdad es que… - supuse que si yo había descubierto su secreto él también tenía derecho a saber el mío, así que me bajé los pantalones mostrando mi pene, semi-erecto por lo que había pasado. -La verdad es que… bueno… yo también… me gusta.- Murmuré, ya que me costaba decirlo en voz alta.
Carlos me miró fijamente a los ojos, y yo le sonreí tímidamente para no parecer tan agresivo.
-Bueno, entonces este será nuestro gran secreto, ¿vale?- Dijo Carlos. Y de repente me abrazó, su barbilla apoyada en mi hombro, sentí su cálida piel rozando la mía. Le rodeé con mis brazos juntándonos más, presionándonos, congelando el tiempo y deseando que ese momento no terminase nunca.
Al cabo de unos segundos, nos separamos y nos miramos a los ojos fijamente, sin decir nada, inmóviles por lo que acababa de ocurrir. Hasta que Carlos dijo:
-Bueno… voy al lavabo un momento… ahora vengo.- Tartamudeó para romper el hielo. Salió de la habitación, dejándome allí desnudo y sin saber qué hacer: ¿Qué pasaría a partir de ahora entre nosotros? Porque estaba seguro que lo que había pasado iba a cambiar nuestra relación, para bien o para mal. Al cabo de un par de minutos, Carlos volvió con su sonrisa habitual, como si no hubiese pasado nada. Se sentó a mi lado y dijo:
-Emmm… ya que sabemos lo que nos gusta de verdad, ¿porque vamos a desperdiciar esta empalmada?- Dijo con una sonrisa traviesa mientras se volvía a bajar los pantalones, mostrando sin miedo su pene erecto.
No dudé ni un segundo en decir que sí. Era como si alguien me leyera la mente e hiciese mis fantasías realidad. Yo seguía con los pantalones bajados, así que mi pene al ver otra vez el exquisito cuerpo de Carlos al completo, se puso duro en un momento.
Carlos clicó en otro vídeo gay y esta vez nos comenzamos a pajear como desesperados. Carlos tenía mucho aguante así que empezó a sudar y a tensar sus músculos, lo que me hizo olvidarme del vídeo y fijarme completamente en él, que se dio cuenta y paró de tocarse para decirme con un tono casi de obligación: ¿Quieres acercarte un poco más?- Dijo mientras agarraba mis manos cuidadosamente y las llevaba hacia su cuerpo. Yo me dejaba llevar como un muñeco. Puso mis manos sobre sus pectorales, duros como losas, con sus pezones contraídos de la excitación. Empecé a pellizcarlos suavemente, mientras él me miraba, medio jadeante, asintiendo, aprobando que le manoseara. Me acerque más a él y comencé a sobar sus pectorales y brazos. Aproximé mis labios a su suave piel y la empecé a besar tiernamente. Primero sus bíceps definidos, después un poco su pecho, después empecé a subir por su cuello lentamente, palpando cada centímetro de su piel con mis labios mientras él me dejaba vía libre. Llegué a su mejilla y justo cuando iba a llegar a su boca, me separé lo justo para mirarle a la cara. Estaba con los ojos entrecerrados y la boca medio abierta, jadeante, en un estado de excitación que nunca había sentido. Cuando notó que había parado de besarle, abrió los ojos para mirarme extrañado:
Carlos suspiró afirmativamente y empezó a acariciar mi espalda, cada vez más sumergido en el placer.
Bajé hacia sus abdominales, recorriendo cada recoveco con mis labios, sintiendo como Carlos se estremecía con el contacto en su piel. Seguí bajando hasta que de repente, su polla chocó con mi barbilla. Bajé la vista y ahí estaba, a un palmo de mi, más cerca que nunca, en su máximo esplendor. Su glande rosado apuntaba directamente hacia mí, expulsando un poco de pre-semen. Eso es que Carlos no iba a durar mucho. Así que le pajeé suavemente, sintiendo su verga caliente entre mi mano, que se iba manchando cada vez mas de pre-semen, lo que lubricaba su polla y hacía que Carlos empezase a perder el sentido del placer.
Le dije “¿Quieres terminar ya?” mientras aumentaba el ritmo de la paja. A lo que él, mientras tensaba su musculoso cuerpo y empezaba a gemir suavemente me dijo entrecortadamente “¡¡S-s-ss-siii!!!!” Mi intención era metérmela en la boca, pero solo me dio tiempo a acercar mi cara cuando un potente chorro de leche caliente y espesa acompañada de un gran gemido de Carlos salpicó mi cara.
Carlos quedó tirado en su silla jadeante, con cada uno de los músculos marcándose en su suave piel por la tensión del orgasmo. Me quedé sin palabras, a lo que Carlos, después de recuperarse, se empezó a reír y a hacer bromas. Me encantaba como estaba cuando se reía:
-Hazte así, que creo que tienes algo en la cara… ¡Ja ja ja ja!- Empezó a reírse. Me levanté y para seguirle la broma le dije “Ven, ven, dame un besito anda”. Los dos nos reímos un rato hasta que miré el reloj. Se había hecho muy tarde y mis padres me matarían si no llegaba a casa dentro de poco. Así que me dirigí al lavabo y, mientras me lavaba, Carlos entró desnudo y con una sonrisa de satisfacción en la cara. Mientras me secaba con una toalla, le dije:
-Esta vez tú te has corrido, pero la próxima me toca a mí, cabrón.-Dije sonriendo.
-Eso ya lo veremos.- Rió Carlos.
Salí del baño y antes de salir por la puerta solté:
-Bueno, pues… ya nos veremos y eso.- No sabía qué hacer. No lo había pensado, ¿ahora qué pasaría entre nosotros?
Era por grupos y eso no me gustaba mucho porque siempre me tocaban con los vagos que no hacían nada, pero esta vez me tocó con mi amigo Carlos. Un chico con el pelo corto y negro, ojos castaños, nariz roma, labios un poco gruesos y rojos y un cuerpo atlético y bronceado ya que le gustaba cuidarse. Es simpático y risueño pero muy rebelde y con nuestra creciente cantidad de hormonas, estábamos todo el día hablando de cosas guarras. Por aquella época los dos éramos muy buenos amigos así que nos encantó la idea de trabajar juntos. Cuando se acabó la clase, nos juntamos para hablar y concretar el día para quedar y hacer el trabajo. Carlos se acercó y me dijo:
-Pues si no tienes nada que hacer, vente este jueves cuando salgamos de clase, que no hay nadie en mi casa.- Me dijo con una sonrisa en la cara. Esa idea me gustó así que acepté. Siempre intentábamos quedar cuando no había nadie en casa para así poder hacernos pajas, pero lo que iba a pasar aquel día no estaba en los planes de ninguno de nosotros dos.
Llegó el jueves por la tarde y salimos de clase juntos, caminando hacía su casa.
-Bueno, primero comemos algo y después ya decidiremos qué hacer.- Dijo Carlos mientras abría la puerta del bloque de pisos donde vivía. Subimos en el ascensor, donde me di cuenta de que Carlos estaba muy bueno: nunca lo había observado tan de cerca y tan pausadamente, lo que me hizo contemplar su cuerpo atlético y tonificado por sus frecuentes visitas al gimnasio. Abrió la puerta del ascensor y metió la llave en la puerta de su piso. Entramos y dejamos todas las cosas de clase en su habitación.
-Oye tío, me voy a quitar la camiseta que hace bastante calor.- Dije mientras me quitaba la camiseta y la dejaba encima de su cama.
-Buff yo también, así estaremos mejor… para después.- Dijo Carlos con una sonrisa. Se quitó la camiseta dejándome ver su delicia de cuerpo: una piel suave y bronceada que marcaba sus abdominales de infarto, unos pectorales decorados con unos pezones pequeños y oscuros y unos brazos fuertes y con las axilas depiladas, como todo su cuerpo ya que como he dicho, le preocupaba mucho su imagen. Eso me dejó hipnotizado.

Me acompañó a la cocina mientras observaba su firme culo ir y venir a través de sus holgados pantalones de deporte. Cuando llegamos a la cocina, le dije que en realidad no tenía mucha hambre, así que no iba a comer nada. El tampoco cogió nada así que fuimos otra vez a su habitación, sin dejar de mirarle ese culito que me estaba volviendo loco.
-Bueno, deja que mire el correo antes de empezar a trabajar, ¿vale?- Me dijo Carlos mientras se sentaba frente su escritorio y encendía el ordenador.
Pasaron unos minutos en silencio mientras Carlos abría y cerraba pestañas del ordenador. No podía parar de pensar en el cuerpo de mi amigo y en las mil y una cerdadas que le haría si fuese mío. Me empecé a calentar pensando en eso, así que le dije:
-Oye tío, ¿cuándo vamos a pajearnos?, porque hace ya un par de días que no me hago una paja y voy a estallar.- Dije sonriendo mientras me tocaba el paquete, que empezaba a abultarse por lo que estaba pensando.
-Pues si tú quieres, ahora mismo. Yo también hace unos días que no me pajeo. Me estaba reservando para hoy. – Dejó caer Carlos, sonriente, mientras ponía la página porno que frecuentábamos cada vez que estábamos juntos. En la página principal salían todas las categorías, incluso la de “porno gay”. Lo que vino a continuación nunca me lo hubiese esperado de Carlos, siendo él uno de los amigos más hetero que tenía. Puede que por eso me excitase tanto al mezclarlo con mis fantasías gays.
- Oye, ¿tú has visto alguna vez un vídeo porno gay?- Me preguntó tímidamente, mientras giraba la silla para mirarme fijamente.
No sabía que contestar. Hacía relativamente poco el mundo homosexual era un completo extraño para mí. Pero si lo preguntaba era por algo, seguramente porque él también había sentido curiosidad. Así que decidí seguirle el juego y decirle:
-Pues sí, para ver cómo era. ¿Y tú?
-Yo también, el otro día le di sin querer a uno. Y dios, como se la metían por el culo.- Dijo Carlos, con una expresión que no podía distinguir si era de fascinación o de repulsión.
-Ja ja, claro. ¿Por dónde se la van a meter sino?- Dije un poco cortado, para evitar que se notase que había investigado un poco más allá de la curiosidad. -¿Vemos otro a ver qué tal?- Pregunté. No creo que Carlos hubiese empezado a hablar ese tema sin más, y quería ver hasta donde podíamos llegar.
-Vale venga, pero que conste que lo pongo porque tú lo has dicho.- Dijo sonriendo tímidamente mientras hacía clic sobre la miniatura de un vídeo gay. Era un vídeo que empezaba con dos “twinks” en una habitación, se empezaban a besar y, bueno, ya sabemos cómo sigue.
Los dos nos quedamos viendo el vídeo, como hipnotizados, ahí me di cuenta que Carlos estaba bastante interesado en el vídeo. Miré a sus pantalones, y para mi sorpresa, había un bulto bastante considerable e imposible de esconder. ¿Podía ser que a Carlos le interesasen los chicos? Eso encendió una lucecita en mí que me impulsó a seguir hasta el final, cada vez más convencido de que no había sacado ese tema al azar. Aun que si empezaba, no había vuelta atrás, pero seguí adelante:
-Veo que te gusta, ¿eh?- Dije sonriendo, sin dejar de mirar a su paquete, para que se viera a lo que me estaba refiriendo.
-Ehh… no… no te creas eh… - Musitó. Lo había pillado, no podía ocultar que le gustaba. Para seguirle el juego le dije.
-Vale, pues vamos a quitarnos los pantalones.-Le dije desafiante, con media sonrisa haciéndole saber que no tenía escapatoria. Yo también estaba empalmado, pero no creo que se fuese a dar cuenta. Carlos me miró nervioso, y después de unos segundos sin saber qué hacer, suspiró y se bajó los pantalones y calzoncillos dejándome ver su polla, más erecta que nunca, con su glande rojo y puntiagudo empezando a echar pre semen. Su polla, como el resto de su cuerpo, también era perfecta: era recta, de unos 17 cm, circuncidada. Sus bolas estaban bien apretadas, y todo recubierto por un escaso vello claro y rizado.
-¿Con que no pasaba nada eh?- Dije con una sonrisa de satisfacción. Por su expresión, esto debía ser muy incómodo y vergonzoso para él, pero yo me lo estaba pasando muy bien.
Carlos se quedó mudo hasta que cogió valor y dijo:
-Oye, esto… no se lo puedes contar a nadie, ¿vale? Es que… hace un tiempo que me picó la curiosidad y… - Se calló y bajó la cabeza. No podía seguir, pero tampoco hacía falta. Sabía que esto era muy duro para él, así que le acaricié el hombro suavemente para darle ánimos.
-Tranquilo, no pasa nada. Tu secreto está a salvo conmigo. La verdad es que… - supuse que si yo había descubierto su secreto él también tenía derecho a saber el mío, así que me bajé los pantalones mostrando mi pene, semi-erecto por lo que había pasado. -La verdad es que… bueno… yo también… me gusta.- Murmuré, ya que me costaba decirlo en voz alta.
Carlos me miró fijamente a los ojos, y yo le sonreí tímidamente para no parecer tan agresivo.
-Bueno, entonces este será nuestro gran secreto, ¿vale?- Dijo Carlos. Y de repente me abrazó, su barbilla apoyada en mi hombro, sentí su cálida piel rozando la mía. Le rodeé con mis brazos juntándonos más, presionándonos, congelando el tiempo y deseando que ese momento no terminase nunca.
Al cabo de unos segundos, nos separamos y nos miramos a los ojos fijamente, sin decir nada, inmóviles por lo que acababa de ocurrir. Hasta que Carlos dijo:
-Bueno… voy al lavabo un momento… ahora vengo.- Tartamudeó para romper el hielo. Salió de la habitación, dejándome allí desnudo y sin saber qué hacer: ¿Qué pasaría a partir de ahora entre nosotros? Porque estaba seguro que lo que había pasado iba a cambiar nuestra relación, para bien o para mal. Al cabo de un par de minutos, Carlos volvió con su sonrisa habitual, como si no hubiese pasado nada. Se sentó a mi lado y dijo:
-Emmm… ya que sabemos lo que nos gusta de verdad, ¿porque vamos a desperdiciar esta empalmada?- Dijo con una sonrisa traviesa mientras se volvía a bajar los pantalones, mostrando sin miedo su pene erecto.
No dudé ni un segundo en decir que sí. Era como si alguien me leyera la mente e hiciese mis fantasías realidad. Yo seguía con los pantalones bajados, así que mi pene al ver otra vez el exquisito cuerpo de Carlos al completo, se puso duro en un momento.
Carlos clicó en otro vídeo gay y esta vez nos comenzamos a pajear como desesperados. Carlos tenía mucho aguante así que empezó a sudar y a tensar sus músculos, lo que me hizo olvidarme del vídeo y fijarme completamente en él, que se dio cuenta y paró de tocarse para decirme con un tono casi de obligación: ¿Quieres acercarte un poco más?- Dijo mientras agarraba mis manos cuidadosamente y las llevaba hacia su cuerpo. Yo me dejaba llevar como un muñeco. Puso mis manos sobre sus pectorales, duros como losas, con sus pezones contraídos de la excitación. Empecé a pellizcarlos suavemente, mientras él me miraba, medio jadeante, asintiendo, aprobando que le manoseara. Me acerque más a él y comencé a sobar sus pectorales y brazos. Aproximé mis labios a su suave piel y la empecé a besar tiernamente. Primero sus bíceps definidos, después un poco su pecho, después empecé a subir por su cuello lentamente, palpando cada centímetro de su piel con mis labios mientras él me dejaba vía libre. Llegué a su mejilla y justo cuando iba a llegar a su boca, me separé lo justo para mirarle a la cara. Estaba con los ojos entrecerrados y la boca medio abierta, jadeante, en un estado de excitación que nunca había sentido. Cuando notó que había parado de besarle, abrió los ojos para mirarme extrañado:
Bajé hacia sus abdominales, recorriendo cada recoveco con mis labios, sintiendo como Carlos se estremecía con el contacto en su piel. Seguí bajando hasta que de repente, su polla chocó con mi barbilla. Bajé la vista y ahí estaba, a un palmo de mi, más cerca que nunca, en su máximo esplendor. Su glande rosado apuntaba directamente hacia mí, expulsando un poco de pre-semen. Eso es que Carlos no iba a durar mucho. Así que le pajeé suavemente, sintiendo su verga caliente entre mi mano, que se iba manchando cada vez mas de pre-semen, lo que lubricaba su polla y hacía que Carlos empezase a perder el sentido del placer.
Le dije “¿Quieres terminar ya?” mientras aumentaba el ritmo de la paja. A lo que él, mientras tensaba su musculoso cuerpo y empezaba a gemir suavemente me dijo entrecortadamente “¡¡S-s-ss-siii!!!!” Mi intención era metérmela en la boca, pero solo me dio tiempo a acercar mi cara cuando un potente chorro de leche caliente y espesa acompañada de un gran gemido de Carlos salpicó mi cara.

Carlos quedó tirado en su silla jadeante, con cada uno de los músculos marcándose en su suave piel por la tensión del orgasmo. Me quedé sin palabras, a lo que Carlos, después de recuperarse, se empezó a reír y a hacer bromas. Me encantaba como estaba cuando se reía:
-Hazte así, que creo que tienes algo en la cara… ¡Ja ja ja ja!- Empezó a reírse. Me levanté y para seguirle la broma le dije “Ven, ven, dame un besito anda”. Los dos nos reímos un rato hasta que miré el reloj. Se había hecho muy tarde y mis padres me matarían si no llegaba a casa dentro de poco. Así que me dirigí al lavabo y, mientras me lavaba, Carlos entró desnudo y con una sonrisa de satisfacción en la cara. Mientras me secaba con una toalla, le dije:
-Esta vez tú te has corrido, pero la próxima me toca a mí, cabrón.-Dije sonriendo.
-Eso ya lo veremos.- Rió Carlos.
Salí del baño y antes de salir por la puerta solté:
-Bueno, pues… ya nos veremos y eso.- No sabía qué hacer. No lo había pensado, ¿ahora qué pasaría entre nosotros?
Comentarios
Publicar un comentario